Neurociencia de la procrastinación: cómo combatirla y aumentar la productividad

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¿Alguna vez has tenido una tarea importante que hacer, pero en lugar de ponerte a trabajar, te has distraído con otras cosas menos urgentes o más placenteras? Si la respuesta es sí, no te sientas mal: la procrastinación es un fenómeno muy común y humano, que afecta a casi todo el mundo en algún momento de su vida.

La procrastinación o dilación, el acto de postergar o posponer tareas o responsabilidades, retrasando su realización a pesar de ser conscientes de las consecuencias negativas de dicha demora, es una conducta en la que casi todos incurrimos alguna vez, y se ha convertido en uno de los mayores enemigos para la productividad.

Para los procrastinadores habituales, que representan aproximadamente el 20% de la población, siempre hay un buen motivo para aplazar lo que sea que hay que hacer, y lo han convertido en una conducta crónica. El «no tengo ganas» llega a tener prioridad sobre sus objetivos o responsabilidades, y puede llevarlos a una espiral descendente de emociones negativas que disuaden aún más los esfuerzos futuros. Cuando todas esas tareas pendientes se amontonan en una lista interminable, tienen enormes dificultades para terminar lo que comenzaron y aparecen la ansiedad, el estrés y el arrepentimiento de no haberlo hecho cuando se tenía tiempo.

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Aplica inteligencia artificial en el día a día de tu organización

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Proceso y técnicas para mejorar la toma de decisiones

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La toma de decisiones (TD), de la que ya vimos su funcionamiento y bases neurológicas, es una habilidad fundamental en los ámbitos profesional y personal, ya que nos permite resolver problemas, aprovechar oportunidades y avanzar hacia nuestras metas. Implica evaluar diferentes opciones y elegir la más adecuada según los objetivos y criterios establecidos y los recursos disponibles.

Sin embargo, no siempre es fácil tomar decisiones acertadas, ya que muchas veces nos encontramos con dificultades para tomarlas, ya sea por falta de información, de tiempo, de confianza o de claridad, sobre todo cuando hay situaciones de incertidumbre, presión o conflicto. Por eso, es importante seguir un proceso y contar con diferentes técnicas que ayuden a mejorarla, haciéndola más racional, eficaz y creativa.

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La importancia de la educación financiera en la vida cotidiana

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En un mundo globalizado económicamente y con unos sistemas financieros cada vez más desarrollados, con un importante aumento en la oferta de productos y servicios financieros, algunos con un alto grado de complejidad —recordemos las preferentes—, la educación financiera se ha convertido en un tema cada vez más importante en nuestra vida cotidiana. Es absolutamente fundamental tener la capacidad de manejar nuestro dinero de manera efectiva y tomar decisiones económicas informadas y responsables para alcanzar nuestras metas financieras a largo plazo y mejorar nuestra calidad de vida.

La educación financiera se refiere al conocimiento y habilidades necesarias —abarca temas importantes de economía, finanzas, matemáticas y análisis— para tener una comprensión clara de los conceptos financieros básicos: presupuesto, ahorro, inversión, crédito, acciones, bonos, fondos de inversión…, y saber cómo aplicar esos conocimientos en la vida cotidiana.

Aunque puede parecer algo lejano, aburrido o sin sentido, está presente en cada aspecto de la vida y deberíamos verla como una gran aliada y una herramienta muy eficiente para tomar el control de nuestras finanzas, proteger a ahorradores e inversores, evitar situaciones perjudiciales como el endeudamiento, la quiebra y el fraude económico, y aumentar la estabilidad y el desarrollo del sistema económico y financiero.

Pero, desafortunadamente, tal y como he podido constatar en muchos de mis cursos y talleres y diferentes estudios ponen recurrentemente de manifiesto —ya en 2005 la OCDE recomendaba desarrollar programas de difusión explicando los conceptos básicos entre la población general— el nivel de cultura financiera está muy lejos de ser el adecuado.

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Inteligencia artificial: revolución tecnológica con potencial ¿sin límites?

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Hasta hace bien poco, cualquiera que mencionase la Inteligencia Artificial en una conversación no especializada podía esperar una de estas dos reacciones sorprendentes: ¿Qué? o “Y ¿bien?”. Ni que decir tiene si se refería a ella por IA (AI en inglés). Entonces, probablemente, se verían caras muy extrañas. Y, aunque muchas personas aún no han oído hablar de ella o no se han percatado de su existencia, pocas tienen más que una idea esquemática sobre lo que entraña, y la mayoría son muy escépticas respecto a su valor humano, no cabe duda que, desde la eclosión de GPT3 (Generative Pretrained Transformer, un modelo predictivo de lenguaje generativo desarrollado por OpenAI, que ha sido entrenado con una gran cantidad de texto en internet para responder a preguntas y generar texto de manera autónoma), es uno de los temas de moda. Sobre todo, por la cantidad de cuestionamientos y desacuerdos que se están produciendo sobre la naturaleza, el control y el uso de esta nueva disciplina, pues no hay una sola definición que juzguen feliz por igual todos los practicantes y usuarios de ella. 

¿Qué es la inteligencia artificial?

La inteligencia artificial (IA) es el campo de la informática que se ocupa del desarrollo de algoritmos y sistemas capaces de realizar tareas que imitan la inteligencia humana, como el aprendizaje, la percepción, el razonamiento y la toma de decisiones, que mejoran conforme la información que recopilan es cada vez mayor y de mejor calidad.

La IA funciona combinando grandes cantidades de datos con procesamiento rápido e iterativo y algoritmos inteligentes, permitiendo al software aprender automáticamente de patrones o características en los datos. Permite que los sistemas tecnológicos perciban su entorno, se relacionen con él, resuelvan problemas y actúen con fines específicos.

Ha experimentado un gran crecimiento en los últimos años y se ha utilizado para mejorar, entre otras cuestiones: la eficiencia y la precisión en diversas tareas, como el diagnóstico médico, la identificación de fraudes, la atención al cliente y la optimización de procesos industriales.

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Apuntes sobre neurociencia y toma de decisiones

Texto

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La neurociencia es, por mucho, la rama más excitante de la ciencia, porque el cerebro es el objeto más fascinante del universo. Cada cerebro humano es diferente, hace a cada ser humano único y define quién es”. 

Stanley B. Prusiner (Premio Nobel de Medicina, 1997).

Se denomina toma de decisiones (TD) al proceso sistemático de elección entre un conjunto de posibles alternativas y la información disponible, y que generalmente define un modo de acción o una idea.

A lo largo de la historia se ha considerado a los seres humanos como seres racionales. Ya los pensadores de la antigua Grecia consideraban que las decisiones humanas eran producto de un cuidadoso análisis y se basaban en el razonamiento. A partir de esta idea, tradicionalmente, se han utilizado modelos en los que suele darse por sentado que las personas analizan los posibles pros y contras desde la perspectiva del interés propio y, luego, toman una decisión meditada y racional.

Esta forma de pensar se ha mantenido, sin fluctuaciones, a través de la historia. Y es que, desde su origen, el ser humano se ha visto en la necesidad de tomar decisiones constantemente: desde qué comer, hasta qué hacer con cada aspecto y en cada circunstancia de su vida. Decisiones que varían en intensidad y magnitud, desde las más simples hasta las más complejas y dicotómicas. De esta manera, tomar decisiones es una tarea cognitiva de gran importancia para los seres humanos, directamente relacionada con, casi nada, la adaptación, la supervivencia y la reproducción.

Este enfoque puede resultar sólido y útil, pero en muchas ocasiones presenta un serio defecto: ignora los factores psicológicos y sociales que influyen en la conducta. Las personas no somos fríos autómatas. Por el contrario, somos actores emocionales e influenciables, cuyas decisiones se ven afectadas por nuestras vivencias, normas, redes sociales y modelos mentales compartidos. Factores todos ellos que contribuyen a determinar lo que percibimos como deseable, posible o incluso imaginable para nuestras vidas.

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Como desarrollar una mentalidad de innovación

Foto de Skye Studios en Unsplash

Foto de Skye Studios en Unsplash

La innovación es el proceso de convertir ideas en «algo» (solución, producto o proceso) que genere valor para el mundo y la sociedad de forma sostenible.

¿Por qué innovar?

En los últimos años nadie parece poner en duda que hay que innovar ni que la capacidad de innovar se ha convertido en uno de los grandes activos de las compañías líderes de hoy. Eso es lo que dice la teoría. Otra cosa es lo que muestra la práctica, donde solo algunas la han convertido en su estrategia fundamental para ocupar posiciones relevantes en un mundo tremendamente rápido y cambiante, donde no se puede dar casi nada por sentado y quedarse quieto, donde seguir haciendo lo mismo, suele significar, debido a la gran presión del entorno, estar fuera y, antes o después, desaparecer.

En este contexto, la importancia estratégica de la innovación ha ido creciendo significativamente a través de los años y se ha convertido en un factor imprescindible de competitividad y notoriedad para cualquier organización.

Además, las organizaciones no son las únicas que buscan innovar para ser más competitivas. Crear y fomentar nuevas ideas que cambien la forma de hacer las cosas, es también una inyección positiva para el desarrollo de las personas. Las amantes del progreso no añoran el pasado y tienen visión de futuro porque saben que lo nuevo siempre está por llegar.

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Seguimos desperdiciando e infravalorando el talento femenino

Aunque probablemente muchos pensarán que, teniendo en cuenta la situación pandémica y económica actual y el tremendo paro de nuestro país, no es momento de pensar y hablar del desperdicio del talento femenino y su tremendo impacto negativo en la economía y la sociedad, creo que no debemos refugiarnos en escusas y, a la vez que buscamos y aplicamos soluciones a los graves problemas generales, que afectan por igual a los dos sexos, tenemos que construir una nueva realidad, que no acaba de consolidarse, integrando actuaciones que no dejen de lado el problema de la desigualdad y de la pérdida de una parte considerable del talento. Algo que, a todas luces, no debemos ni podemos permitir.

La astronauta estadounidense Christina Koch. Dirigió la primera caminata espacial femenina en 2019 y batió el récord de permanencia de una mujer, 328 días, en la Estación Espacial Internacional.
(AP Photo/Dmitri Lovetsky, Pool)

Muchos pensarán que, teniendo en cuenta la actual situación pandémica y económica de nuestro país, no es momento de pensar y hablar del desperdicio del talento femenino y su tremendo impacto negativo en la economía y la sociedad. Pero, no debemos refugiarnos en excusas y, a la vez que buscamos y aplicamos soluciones a los graves problemas generales, que afectan por igual a los dos sexos, tenemos que construir una nueva realidad, que no acaba de consolidarse, integrando actuaciones que afronten decididamente el problema de la desigualdad y de la pérdida de una parte considerable del talento. Algo que, a todas luces, no debemos ni podemos permitirnos.

Es cierto que hoy en el Mundo, en comparación con generaciones anteriores, una niña de 15 años cuenta con más oportunidades que nunca, tiene muchas menos probabilidades de vivir en la pobreza extrema, y mayor posibilidad de crecer en buenas condiciones de salud y nutrición. Gracias a nuevas leyes, políticas y normas sociales, ahora es más factible que complete la enseñanza primaria y menos probable que contraiga matrimonio a una edad temprana y sea madre antes de estar lista para ello. Sin embargo, todavía tendrá que remar a contracorriente, porque el progreso, aunque importante, ha sido gradual, desigual e insuficiente para que esta joven, independientemente de donde haya nacido, pueda aspirar a cumplir grandes metas[1].

En 2019 España ocupaba el noveno puesto en la clasificación que elaboró el Instituto Europeo para la Igualdad de Género (EIGE) y el undécimo del Índice de Instituciones Sociales y Género (SIGI) de la OCDE.

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¿Ocupado o productivo?: tú decides

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Una de las constantes de la mayoría de los profesionales de este país, probablemente sea algo también global, es lo ocupados que están, la gran cantidad de tareas que afrontan y el sinnúmero de compromisos que atienden. Pero, que una persona esté muy ocupada, que haga muchas cosas, no, necesariamente, significa que sea una persona productiva. El número de horas dedicadas al trabajo y las tareas llevadas a cabo no son sinónimos de que sean los adecuados para alcanzar los objetivos que se plantee lograr. Suponiendo, claro, que se los haya planteado.

Con al ánimo de ayudar a tantas personas despistadas, muchas equivocadas, a continuación, comentaré algunas de las cosas que podemos, y debemos, tener en cuenta para dejar de estar (mal) ocupados y ser más productivos.

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El aprendizaje y la formación son para toda la vida

«Los analfabetos del siglo XXI no serán quienes no sepan leer o escribir, sino los que no sean capaces de aprender, desaprender y reaprender» (Alvin Tofler)

Desde hace ya unos cuantos años formulo reiteradamente una pregunta a las personas con las que tengo la suerte de interactuar en mi actividad formativa: ¿cuánto tiempo y esfuerzo dedicáis a seguir formándoos? Obviamente, las respuestas son muy variadas pero, sorprendentemente, un porcentaje significativo, superior al 35%, responden, sin dudarlo, ninguno. Muchos menos, no más del 15%, tienen claro que ésta es una actividad crítica para su empleabilidad, y para su vida, y que, además, porque el entorno evoluciona cada vez más deprisa, lo es para toda la vida.

Y ahí radica la cuestión. El aprendizaje y la formación, realizados de modo sistemático, voluntario y electivo, son actividades permanentes para toda la vida (lifelong learning en inglés) y hay que integrarlas, como elementos importantes, en nuestro patrón conductual. Hacen referencia a la educación que se cursa posteriormente de los grados académicos y comprenden todas las actividades de aprendizaje para aumentar el conocimiento y mejorar cualquier competencia que permita y potencie el desarrollo personal, profesional y la empleabilidad. En definitiva, significa que se puede aprender siempre y en todas partes, lo que supone mantener una actitud receptiva hacia nuevos aprendizajes.

Debemos tener muy presente que, como ya hemos comentado en otros artículos, estamos inmersos en plena cuarta revolución industrial, también llamada 4.0 (algunos incluso hablan ya de la 5.0) y que, como ya sucedió en las precedentes, muchos de los actuales puestos de trabajo desaparecerán. Y, a lo peor, aunque nunca se sabe, el nuestro es uno de ellos. Pero, a la vez, posibilitará la creación de muchos nuevos. Se estima que el 65% de los niños que hoy acceden a la educación primaria tendrán puestos de trabajo de nueva creación, por lo que debemos estar muy atentos a cómo evoluciona el mercado laboral para dar, si es posible, un nuevo enfoque a nuestra actividad o capacitarnos para ocupar uno de los de nueva creación.

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